¿Para que sirve el punk en tiempos de desesperanza?

Publicado en 4 Mayo 2021

¿Para que sirve el punk en tiempos de desesperanza?

"Ya no queda alternativa
No tenemos solución
El futuro inmediato
Es la destrucción"

R.I.P - Última Generación

Preguntarse por los factores que le han permitido al punk mantenerse vigente por ya casi más de 40 años conduce a una respuesta paradójica:  el punk es simple de ejecutar y sumamente difícil de comprender holísticamente. El punk es una fuerza estética, cultural, y social; en su momento, fue una respuesta al rock hiperbólico de los 70's, cambiando el pre-requisito del virtuosismo por uno de visceralidad y energía; fue la primera puerta que varias generaciones tuvieron hacia una educación política que solía estar reservada para los académicos e intelectuales (nota personal: mi introducción a Albert Camus fue "De G.P para la Sociedad"); le ofreció un espacio a las mujeres y personas queer/no binarias del mundo para articularse desde la iconoclastia y la androginia; fue  un contrapeso necesario a la hegemonía moralista que el capitalismo neoliberal de Thatcher y Reagan invocaron para mantener la rigidez de las estructuras sociales.   

Este pequeño y muy superficial resumen no cubre la mitad de las cosas que el punk facilitó durante el siglo XX (el surgimiento del fanzine y, en buena medida, el del periodismo independiente siendo una de las más notables hoy en día). La razón por la que hago este prefacio es porque una de las dimensiones menos discutidas de este gran miasma que es el "pank" es la ontológica: ¿que es lo que el punk nos dice sobre nosotros mismos cuando lo encontramos por primera vez?

El problema con esta pregunta, y con los cuestionamientos ontológicos en general, es que no puede haber una respuesta completamente satisfactoria (al menos no alguna que yo pueda ofrecer; como filósofo soy un muy buen guitarrista). El punk es altamente jungiano en ese sentido; puede haber una verdad central, incrustada en lo más profundo de un subconsciente colectivo, y aún así los significados e imágenes que le asignemos estarán filtrados por los sesgos que determine nuestra consciencia y nuestra experiencia. Hablaré del mio, porque el pun' es, en primera instancia, un dominio empírico.

Para evitar entrar en autobiografías innecesarias, solo digamos que era hijo de papás divorciados pasando por una crisis espiritual que me empujó al ateismo y por una crisis existencial conocida como "había espejos en mi casa y tuve la oportunidad de ver mi cara puberta del orto". En ese momento, lo único que quería es que alguien me dijera "no, tu cara no es del orto, Dios si existe, y todo va a salir bien" y evidentemente esa respuesta, que esta en todas partes, resultó ser en sumo insatisfactoria. Ahí fue cuando, por cuestiones de la vida, alguien me prestó una compila llamada "Púdrase!" en la que estaba una canción de Libra simplemente llamada "Mierda":

 "Y es que mierda es mierda

aquí y en donde sea, 

no importa de donde venga, mierda es mierda.

¿Cuál es la diferencia? Todo esto es una mierda

 de vaca o de perra"

 

Dos cosas me sorprendieron de ese tema: la primera fue el nivel de variedad lingüística que se manejaba ahí (un literal tetrahijueputa glosario digno de San Isidro) y la segunda fue la honestidad tan desgarradora de la letra "no, mi amigo, nada va a salir bien, Dios probablemente está riéndose del descache tan aleta que fue la configuración de tu rostro en general y todo el mundo esta en la gran puta mierda, todo esta perdido". El poder ser reconocido, no desde los potenciales que uno tiene, sino desde las falencias, desde lo que uno no es, es algo sumamente poderoso. Ese nihilismo, que en principio parece fatalista y egocéntrico, tiene sus capas; no es tan simple como decir que nada vale la pena, sino que el mundo merece ser tratado por lo que es y no por lo que pretende ser, que todo la rabia que se anida en el corazón como un quiste inoperable no debe ser exorcizada, sino reconocida y abrazada. Esta narrativa particular era una constante en muchas de las canciones que más me llamaban la atención; en el plano de lo angloparlante canciones como "I Hate Myself" de The Offenders  apelaban directamente a una persona que estaba cansada de ser juzgada por no ser capaz de amarse a si mismo o al mundo:

 "I don't like the way I feel
tell me is this fucking real
I don't like the way I think
My mind is like the kitchen sink"

Hace algunos párrafos hablé de lo Jungiano porque Jung proponía que la represión de lo negativo, la insistencia en creer que puede ser ignorado hasta el exterminio, era la raíz de toda herida y trauma psíquico: el psicólogo proponía una división de la psique que contemplaba a la "persona" y a la "sombra" (o al ego y el id). Lo que separa a Jung de su contemporáneo Freud es que el consideraba que la conjunción de estas dos esferas era esencial para entenderse como un ser íntegro (por eso es que Jung veía en las dialécticas del Tarot un vehículo para explorar ese movimiento permanente entre la sombra y la persona). Si el bróder hubiese estado vivo cuando Eskorbuto sacó "Ratas Rabiosas" seguramente hubiera visto en esa letra una apropiación y reconocimiento de la sombra que yo veía en mi:

"Me he comido las orejas,
y de postre un ojo.
Ayer comí mis dedos,
la polla y mis dos huevos."

La pulsión de muerte (también conocida como Thanatos o "me gusta la adrenalina") es algo que no se debe alimentar de forma insensata, pero que es fundamental reconocer como algo que a veces nos agobia; el deseo de desaparecer, de devorarnos a nosotros mismos para escapar de lo que somos es, en gran medida, el gesto de insurrección más potente, porque es resistir a lo que somos por nacimiento, a la circunstancia insondable e inextricable de tener que ser y vivir en un mundo que no escogimos, habitando una piel que no pedimos. El punk fue el primer espacio donde vi ese impulso reconocido sin tapujos y sin mediaciones; crudo y pulsante, como una herida abierta. 

Una consecuencia insospechada de todo este descubrimiento fue que al entender que no era intrínsecamente malo sentir todo ese deshaucio frente a lo que era y lo que me rodeaba, también fue posible entender que había un mundo mucho más complejo fuera de los cinco metros cuadrados que mi experiencia de vida ocupaba. Ahí, el punk pasa de ser simplemente una declaración de inconformidad a ser una oportunidad de aplicar lo que Gramsci llamaría "academia orgánica"; un colegio fuera del colegio; una biblioteca prohibida que busca enseñar no solo sobre lo que pasa afuera, sino que la vida misma que uno habita, esa piel incómoda y horrible, esa voz fea que uno no tolera, sirve para gritar sobre los elefantes blancos que el resto ignora; mientras en las aulas hablamos sobre Bolívar, Res Gestae hablaba sobre la Minga; cuando los organismos directivos de los colegios le daban caña a todo aquel que se separaba, así fuese milimetrícamente, de la performatividad de género y de las buenas costumbres, X-Ray Spex le daba voz a una irreverancia catártica. Esta posibilidad pedagógica del punk tenía una incidencia ontológica: usted, en sus falencias, puede ser parte de una otredad que busca cambiar el mundo; el valor de su vida no es intrínseco, sino esta determinado por lo que decida hacer por usted mismo y por los demás frente a este mundo del culo.

El entender la rabia y el odio como catalistas de algo tan poderoso como puede ser la colectivización del hastío y la necesidad de cambio es algo que el punk abraza desde sus contradicciones. No hay futuro, por ende todo lo que se pueda hacer en el presente debe hacerse ahora; somos la última generación, derrotada y decepcionada y por eso mismo ya no tenemos nada que perder; somos ratas, gamines, vándalos, sempiternamente subestimados y despreciados por personas que han dominado la ceremonia de las buenas formas y por eso mismo es que hemos de apropiarnos de esa vilificación para dejar en claro que no deseamos ni respetamos el simulacro de humanidad que esconde a la bestia que la hegemonía alimenta. Lo que el punk puede decirnos en este momento es que más allá del dolor y la indignación reside la rabia, y en la rabia hay un sustento fundamental para el cambio, para la transformación de un país anquilosado en el que la avaricia de unos pocos se paga con la vida de las mayorías; es entender que la esperanza no es una fuente inagotable; que a veces esta sensación de fracaso e impotencia debe alimentar una terquedad ingobernable en vez de apagarla.

El punk no esta libre de los pecados de lo neoliberal. Hemos visto las escenas locales estar plagadas de machitos, de fachos con chamarra, de diletantes de medio pelo, de roscas y elitismo (me incluyo dentro de estas falencias) y, sobre todo, de la misma mentalidad hegemónica que dicta lo que el punk debe ser a través de la fuerza y la presión. Pero dentro de este mismo ruido también esta la promesa de una realidad diferente, en la que no debemos escondernos, en la que no debemos aceptar todo lo que sucede, en la que esa boca negra que se come nuestros sueños puede regurgitar un fuego con el que arde todo lo que nos oprime. 

La rabia es un regalo, y no debemos rechazarla.

 

 

 

 

Escrito por Nicolás Acosta

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