Pilares
Publicado en 5 Abril 2017
Recuerda la mano de tu padre
hurgando tus entrañas
revolviendo las masas de tu sexo casto.
Recuerda su lengua escupiendo ácido
su miembro asfixiándote
condenándote a la penitencia silenciosa
del placer impuesto
como un clavo
sobre una cruz mutilada.
No cierres los ojos,
obligate a ver los caminos
que el trauma ha trazado
acertijos del odio
impenetrables e indescifrables
para todo aquel
que no ha perdido
lo que tú perdiste
Recuerda su olor,
el sabor de su saliva
la aspereza de sus dedos,
el aire coagulado
cayendo sobre tu nuca
Su fantasma habita
cada cuerpo que devoras
la sospecha de su presencia
palpita entre los miembros trémulos
que pactan comunión con tu carne.
Fue su mano la que te construyó
-un dios voraz, forjado entre masas violentas-
hizo de ti su obra magna
el templo que convirtió sus pecados
en la arcilla de un ídolo eterno e inescapable
que consume lo que su sombra toca
Entrégate al trance iconoclasta
a la gasolina que lava tus pecados
al fuego que reconstruye las memorias perturbadas
al plomo que despeja a las mentes angustiadas
Su respiración agitada
es ahora un recuerdo vago
depurado entre mares de tierra y madera
silenciado entre estruendos de pólvora y horror
abandonado para siempre
entre los rincones de una casa que nunca fue tuya
y en los escombros de un cuerpo
que jamás te perteneció.