Añoranzas
Publicado en 12 Octubre 2021
En mi boca el sabor de un pasado inventado
-o tal vez mal recordado-
una ficción de mieles
un fresco de rosas sobre una pared dilapidada.
La risa que esconde el llanto
o la ligereza del nihilista
disfrazando los yunques terribles del optimismo derrotado.
Pretender, ceremoniosamente,
que todo ayer es bendito,
que se podría volver a recorrer
los kilómetros de hueso chamuscado
que fueron nuestros niños
para alimentarlos con las respuestas
de sus preguntas urgentes,
aprendidas muy tarde,
comprendidas infructuosamente
en esta filosofía del despropósito.
Romperse el cuello tratando de mirar hacia atrás,
huyendo frenéticamente de este presente irresoluble.
El agobio de un cáncer que antes fue herida,
el imaginar que la monstruosidad que nos habita tiene su raíz
en una rodilla raspada,
o en ese dolor incomprensible
de la primera burla,
del primer momento en el que el Babel de nuestro corazón se derrumba
para dejarnos obligados a hablar una lengua postiza
ajena a las verdades más profundas de nuestro ser.
Sumirse en lo que pudo haber sido
para ignorar que lo que es y lo que será
nos ahorca hasta estallarnos los ojos,
que la vida se cierne como una nube de plagas
y solo podemos conjurar una ambrosía de falacias,
un antídoto quimérico,
para que la vida sea siempre un sueño lúcido
de ojos sin párpados.
Para que estas dagas del hoy se disuelvan en nuestro engaño.