Seidr

Publicado en 8 Marzo 2019

Seidr

Muero entre cegueras 

al pie de la puerta de la revelación.

Cerca, tan cerca

de haber conocido las verdades

que se esconden entre aguas turbias

de árboles sagrados

- un trago saciaría a las oscuridades

que consumen los surcos trepidantes de la mente-

pero estoy seco,

mi piel de yesca cruje

y se deshace entre cada agónica sacudida.

 

Los hombres de esta tribu sin tierra

partieron muy temprano.

Me dejaron atrás

para perseguir la rutina efímera de la carne transitoria

¿quién me enseñó las artes del odio

de la guerra y la caza

de la brusquedad con la que se oprime

al corazón trémulo del niño?

En su lugar

me fue heredada

la educación inaccesible

de las artes secretas

con las que se hila el tejido

que pulsa entre la tierra y el éter,

entre el calor de la carne

y el frío mortecino que la devora.

 

Despreciado por las voces estruendosas

de aquellos cobijados por el hado de la muerte y el combate

me refugio en las artes paganas

enseñadas por mil madres

-unas vivas

otras muertas-

pero la ironía desenvaina su trágico puñal 

y deshace en un gesto simple

el santuario que he construido,

susurra con lengua fría sacudida en vísceras:

"la esencia misma de las magias

te eludirán

la luna pide sangre

que no puedes ofrecerle".

 

No soy mi padre

no soy mi madre

no soy nada más

que un ente

sacudido entre tinieblas espinosas

deshilachado y desollado

portador de ignorancias

heraldo de nadas. 

 

 

 

 

 

 

Escrito por Nicolás Acosta

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